miércoles, 2 de julio de 2014

Llueve en la parada

Viví durmiendo en una noche sin sueños.
Había pillado de fiesta y borrachera a Morfeo,
y en vez de lamentar el no tener un anhelo imposible,
saqué una copa y canté y grité a pleno pulmón
que quiero una vida convulsa llena de desengaños
de besos furtivos y despertares moribundos.

Quise tener mil camas donde cerrar los ojos,
y dos mil donde volver a abrirlos cada mañana.
Que lo conocido a la larga se hace aburrido,
y es mejor guardarlo en el corazón para volver,
volver a casa bajo un Sol que funde sentimientos
en abrazos y sonrisas y unos "¡¿Pero tú que haces aquí?!"
que arrancan dos carcajadas y un redoble de tambores en el pecho que
dos días más tarde y subido a un avión rumbo aquí y allá
hace que se oprima el corazón y te muerdas el labio con rabia.

Que he amado tanto y a tanta gente que se me hace raro ver
como hay algunos que visten a la mona de seda (y mona se queda)
mientras el resto mira y remira intentando entender (y no).
Así que decidí vestiros a todos de pana y algodón,
que da calorcito y aguanta requetebién la lavadora,
y al final del viaje los haremos trapos pa las ventanas
que no se diga que no aprovechamos lo que la vida nos da.

Total, que viajaré a mil lugares de la mano de quien quiera compañarme
esté aquí o en la otra punta del mundo sentado en su sofá,
que las clases en esta asignatura no son presenciales
y las notas te las pone el puto compañero loco de al lao.

¿Nos vemos en la siguiente parada?

No traigáis paraguas, que no está techada,
y las previsiones dicen que nos vamos a mojar.






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