domingo, 16 de octubre de 2011

Follabuelas - Parte I

Esta es, con toda seguridad, la historia más épica, emocionante, absurda y larga de todas las que he tenido el placer (o la desgracia) de vivir y presenciar.

La dividiré en tres partes para poder explicarla con todo lujo de detalles, porque merece la pena, y espero que os riáis tanto como me río yo cada vez que la cuento (es decir, cada vez que me entero de alguien que no la sepa), porque es realmente soberbia.

Sin más dilación, os dejo con la obra cumbre de todas las Historias Épicas Clásicas. Relajaos, disfrutad y reid (malditos):

Follabuelas (Parte I): La comunidad de los yonkis


Cuenta la leyenda que, tiempo ha, cuando yo era todavía joven e irreflexivo y C era un kamikaze de la vida, estábamos ambos en el patio del insti, en una de nuestras profundas e interesantes charlas sobre aspectos trascendentales de la vida:

- Slaking es una bestia en ataque, joder.

- Sí, pero con la habilidad de ausente pierde mucho. Si atacara cada turno....

- En dobles con un Alakazam y un Intercambio puedes solucionarlo.

- Sí, pero pierdes un turno bastante valioso.

Y cosas de un nivelazo parecido. Pues bien, estábamos en estas cuando de repente... bueno, esperad, aquí hace falta un mapa detallado y profesional del lugar:


Mapa detallado y profesional del lugar. Clic botón secundario + abrir en una nueva pestaña para ampliar
Bien, ahora sí. Estábamos C y yo al lado derecho del árbol, cerca del perímetro vallado, estando yo de cara al árido descampado y C de espaldas a él. ¿Os situáis? Perfecto (si no, relee, coño, no hace falta un máster para entenderlo). De pronto, en medio de la charla, se oyeron varias motos haciendo el "brrrrooooom broooooooom BROOOOOM" tan chachiguay que hacen los tíos chachiguays para que el resto de mundo sepa que tienen una moto. Acto seguido, aparecieron en el árido descampado, desde varios puntos, varios chachiguays en sus respectivas chachimotos. C, alertado por el estruendo, se giró para ver de qué provenía y, al ver al grupito de chachiguays, se dio media vuelta y siguió hablando conmigo, pues no merecía la pena enfrascarse en ningún tipo de razonamiento verbal ("Perdonad, pero estáis en los alrededores de un espacio educativo público y superando con creces el límite de decibelios permitido en la calle y en la pista de aterrizaje de un Boeing 747. ¿Podrían vuestras mercedes conducir sus vehículos como gente normal?").

La historia, obviamente, podría haber acabado aquí, pero no fue así. Uno de los chachiguays decidió que había algo en la mirada de C que no le había gustado y se acercó a la valla (recordemos que, al haber un desnivel medio + la propia valla, en teoría estábamos fuera de su alcance) gritándole:

- ¡¡EH!! ¡¡EH!! ¡¡PAYASO!! ¡¿QUÉ MIRAS?! ¡QUE TE REVIENTO! 

C, con la calma que le caracteriza, volvió a girarse para ver al chachiguay y qué carallo quería. Le miró (mientras éste le hacía así gestos con la cabeza, algún tipo de ritual de territorialidad, supongo) y le hizo un gesto con los brazos y la cabeza, como diciendo "¿Pero qué dices, gilicolgao?".

El chachiguay, ahora enfurecido, prosiguió con su recital de léxico amenazante:

- ¡¡Que te reviento payaso!! ¡¡Hijoputa!! ¡¡Te cogemos aquí entre todos y te matamos, cabrón!!

Y, ahora sí, C me enseñó la palma (gesto de "Un momento, ahora vuelvo"), se giró, y soltó un épico:

- ¿Qué te pasa a ti? Cállate anda, cállate.

Como movidos por un resorte, los chachiguays saltaron de sus motos y empezaron una lluvia de improperios (lluvia como sinónimo de cantidad, no de variabilidad, iban tirando de tres o cuatro palabras que combinaban a placer, sin verbos ni nada) a los cuales C contestaba sin quedarse corto. 

Y entonces ocurrió. Comos si fuera a cámara lenta, se hizo un silencio de una fracción de segundo y C alargó el brazo dramáticamente hacía los chachiguays, mientras sus labias se curvaban para soltar la única cosa que jamás me habría podido esperar oír:

- ¡¡¡¡ FOLLABUELAS !!! ¡¡QUE SOIS UNOS FOLLABUELAS!!

Y entonces sí, los chachiguays entraron en formación de ataque y empezaron a lanzar piedras y troncos contra C (no dieron ni una. Pero ni una es ni una), mientras él seguía a su rollo.

- ¡¡Nananananana follabuelaaaaaaas!!

Uno de los chachiguays, encendido de furia, saltó y empezó a escalar la valla (Spidercani, spideeeercani...). Afortunadamente, el profesorado del centro había llegado y empezaron unos trámites burocráticos para apaciguar a los enfurecidos tíos chachiguays mientras retiraban a C de su alcance.

No obstante, la historia no había terminado, pues el Spidercani señaló con un dedo amenazante a C antes de que se fuera y le espetó un:

- Vamos a esperarte a que salgas de clase y te vamos a reventar.

Yo, disimuladamente, intenté escabullirme para retirarme junto con C, pero uno de los chachiguays me había fichado ya (pues yo había estado al lado de C intentando, en vano, hacer que parara de meterse con ellos):

- Y a ti también, joputa.



CONTINUARÁ...




En la próxima entrega: ¡Motos, ninjas y sobaos!

¡Hasta la próxima, zagales!

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