lunes, 27 de mayo de 2013

Sangre y sed

A veces sale de dentro, ¿verdad?

Es ese sentimiento el que nos llama a cometer tonterías, más allá de que nuestro cerebro nos diga "Haz esto" y "No hagas esto otro". Un estado más allá del propio razonamiento. Un estado gobernado por sangre latiendo y la vista nublada, sin más objetivo que el seguir y seguir. No rendirse. No quedarse en suelo. Volver a empezar, una y otra vez.

No es orgullo, ni siquiera es eso. No es querer ser mejor que nadie ni derrotar a nadie. No, no es nada de eso. Es ese torrente de hormonas y plasma que nos ciega y nos deja a voluntad de quién sabe qué... del no parar hasta caer rendido, tras haberlo logrado, con una sonrisa en la cara, un par de arrugas más para la (futura) vejez y un corazón bombeante que hace palpitar las sienes.



Para algunos este estado, este sentimiento, este trance se obtiene corriendo, detrás de una pelota o con el horizonte como destino. Otros golpean pelotas con raquetas o bates, o las lanzan dentro de aros. Otros tienen que estar revolviéndose contra un rival detrás de otro a base de patadas, o puñetazos, o segadas de pies y técnicas de pies y manos.

Para algunos es tocar un instrumento y dejarse llevar por la melodía. Es pelear contra dragones y orcos en mundos paralelos inexistentes. Es agudizar la mente en un duelo de cartas de cartón carente de sentido para muchos. Es enzarzarse en discusiones eternas sin más objetivo que saber más y más

Para otros es mover piezas en un tablero. Es sentarse delante de un puñado de números y letras y encontrarles una secuencia de resolución lógica. Es observar un problema y averiguar como arreglarlo a cualquier coste. Es descubrir algo nuevo que desconocías y que te hace entrar esa sed de más y más.


¿La sed? Si, debe ser la sed. Eso deben tener todos en común: esa sed que no termina nunca. Esa sed de más y más. De conocimiento. Siempre es de conocimiento. Quizás conocimiento de algo en concreto, pero siempre conocimiento. Esa sed que te hace volver, día tras día, a esa pelea eterna de "Yo contra el mundo" en una batalla que tienes perdida antes de empezar.

Pero te da igual, porque no has venido a ganar.

Has venido a luchar.

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