lunes, 30 de septiembre de 2013

Catorce mil segundos antes de que salga el Sol

Volví caminando entre las luces y las sombras de una mañana que quería ser noche, aunque quizás fuera una noche que peleaba por ser mañana. Son de esas cosas que nunca acabas de tener claras. Hacía ese viento que revolvía el pelo y se colaba por los pocos recovecos que dejaban tres capas de ropa y más ropa, ese viento que congelaba la nariz y las orejas y que, pese a todo, me sacaba una sonrisa en medio de la soledad de una ciudad que luchaba por no ofrecer nada más que calles muertas para pasear.

"¿Qué coño les pasa en la cabeza?" Recuerdo haberme preguntado cual era el problema de la gente. Recuerdo haberme preguntado por qué hablaban cuando tenían que callar. Recuerdo haberme preguntado por qué callaban cuando tenían que hablar. Recuerdo haberme preguntado por qué se empeñaban en mirar al suelo en vez de mirar al cielo. Recuerdo haberme preguntado por qué la gente lloraba... pero sobretodo recuerdo haberme preguntado por qué la gente se empeñaba en hacer llorar.

"¿Qué coño le pasa a la gente?"

[...]

Se estaba en paz, feliz, tranquilo. No piensas en el mañana porque el mañana iba a ser igual de bueno que el ayer. No piensas en el por qué lo haces: lo haces porque quieres, lo haces porque acabas de descubrir que para encontrar tu felicidad tienes que buscar la de los demás. Lo haces porque tu vida ya no es sólo tuya, y eso... eso es como llegar al puto Nirvana.

[...]

Hacía un viento horrible, nada que ver con ese viento que acompañaba las caminatas de madrugada que recordaba de hacía una vida atrás. Esta vez, con cuatro capas de ropa, el frío no buscaba recovecos, sino que calaba directamente a través del tejido y buscaba la piel, despertándola bruscamente. Ya no quedaban nada de esas preguntas sin respuesta. Ya no quedaba nada de esa paz y tranquilidad. Ya no quedaba nada, porque todo todo era un remolino que avanzaba y avanzaba sin mirar atrás.

Por un momento, me quedé parado, recordando lo que había pasado en los últimos años. Lo que había aprendido de unos y de otros. Lo que era y en lo que me había convertido. Las respuestas que tenía a preguntas que nunca comprendí. Y me quedé allí, en la puerta a la nada, a catorce mil segundos de que saliera el Sol.

"¿Qué coño le pasa a la gente?"

Sonreí.

"A la gente no le pasa nada. La gente sólo es gente"

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