Por eso siempre las odié. Las expectativas. Las putas expectativas.
Son odiosas, artificiales y vacías. El término "excelencia" está tan industrializado y comercializado que casi me provoca náuseas oírlo. Llaman excelencia a la excelente falta de virtud, de pensamiento, de humanidad. Y las expectativas siempre nos piden que nos acerquemos lo máximo posible a este concepto hueco de cualquier valor más que el puramente fabricado para mantenernos en una constante búsqueda de una idealidad podrida que han adornado con florecitas para que la adoremos sin rechistar.
Nos han esclavizado en un tumulto de sinsentidos que hay que memorizar y escupir. Nos obligan a leer lo que quieren que leamos, en lugar de darnos un motivo para querer aprender a leer. Nos obligan a derivar, integrar, a memorizar ríos y montañas y fechas y reyes y elementos...
Pocos nos dieron un motivo para querer saber. Sólo nos dijeron que había que hacerlo.
Cada vez hay más charlatanes y menos Maestros...
Guardo en silencio a aquellos que me enseñaron a volver a escuchar un poema de Miguel Hernández antes que memorizar la tabla periódica.
Guardo en silencio a aquellos que me enseñaron a leer sobre tuberculosis multiresistente antes que memorizar una lista interminable de especies.
Guardo en silencio a aquellos que me enseñaron a nadar en los mundos de Fantasía, y conocer a la Hija de la Luna; antes que memorizar un porrón y medio de tecnicismos y gilipolleces sin sentido.
Guardo en silencio a aquellos que me enseñaron a pensar, y no a ser un robot.
Os guardo en silencio, luto al alma que hemos perdido.
Cada vez hay más charlatanes y menos Maestros...
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